Desde hace más de seis años, MORENA ha intentado venderle al pueblo mexicano un discurso de “austeridad republicana” que en la práctica ha sido cualquier cosa menos austera. Se llenan la boca hablando de Benito Juárez, de la “justa medianía” y de que no puede haber “gobierno rico con pueblo pobre”, mientras sus dirigentes se dan la gran vida en hoteles de lujo en Europa y Asia, con cargo —directo o indirecto— al dinero de todos los mexicanos.
Ahí están las imágenes: Andrés “Andy” Manuel López Beltrán, secretario de Organización de MORENA e hijo del expresidente López Obrador, comiendo con el diputado Daniel Asaf en el hotel Okura de Tokio, uno de los más caros del mundo. También vimos al secretario de Educación, Mario Delgado, vacacionando en Lisboa, Portugal. Y a Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de MORENA, alojado en un hotel madrileño donde la noche cuesta 25 mil pesos. Eso sin contar al diputado Pedro Haces, que celebró en el exclusivo club “Caroline’s 400” del St. Regis, en pleno Paseo de la Reforma, o los viajes a París en primera clase de Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado.
Ojo, no se trata de las cuentas que pagan los "funcionarios del bienestar": se trata del mensaje. Y el mensaje que están enviando es claro: la austeridad es para los de abajo. Ellos seguirán viviendo como reyes, mientras millones de mexicanas y mexicanos apenas sobreviven.
En México, 46.8 millones de personas viven en pobreza. Es decir, más de un tercio de la población. Lo dice el Coneval, no yo. La misma institución señala que millones de personas apenas sobreviven con ingresos que van de los 6,300 a los 12,600 pesos mensuales. Eso si tienen trabajo, porque hoy hay 1.7 millones de mexicanas y mexicanos sin empleo. Y ni qué decir de la desigualdad brutal: según Oxfam y Forbes, el 10% más rico concentra una parte desproporcionada del ingreso total del país.
Esa es la realidad del “pueblo bueno” al que tanto aluden cuando hay elecciones, pero al que ignoran olímpicamente cuando viajan en primera clase. ¿De qué sirve que Claudia Sheinbaum repita que “el recurso del pueblo es bendito” si sus funcionarios y aliados se lo gastan en lujos que millones de mexicanas y mexicanos ni siquiera pueden imaginar? ¿Quién le cree a un gobierno que dice vivir en “la justa medianía” mientras sus diputados posan en Capri, Ibiza y Tokio?
El problema no es sólo la hipocresía. El problema es que esos recursos que ellos dilapidan en mariachis, vinos caros y hoteles de cinco estrellas, son los que deberían usarse para garantizar medicinas, becas, estancias infantiles, caminos rurales y hospitales dignos. Pero no. En la “Cuarta Transformación”, la prioridad no es el pueblo, sino el poder.
MORENA llegó al poder prometiendo terminar con los excesos de los gobiernos anteriores. Pero lo único que hicieron fue cambiarle la etiqueta al derroche: lo que antes era corrupción, hoy lo llaman “transformación”; lo que antes era abuso, hoy lo justifican como “mérito”. Y lo peor es que encima nos piden aplaudirles.
Resulta inaceptable que quienes prometieron “vivir como el pueblo” hoy vivan como jeques. Porque mientras ellos celebran en hoteles de lujo, el pueblo mexicano —el verdadero, no el que aparece en sus spots— trabaja jornadas extenuantes por salarios miserables, vive con miedo por la inseguridad, sufre por la falta de médicos y medicamentos, y sobrevive en un país cada vez más caro y más desigual.
Esa es la “austeridad republicana” de MORENA: un disfraz retórico para encubrir su cinismo. Mientras tanto, la verdadera transformación que necesita México es una que ponga al ciudadano primero, que garantice empleo digno, salud de calidad, educación sin adoctrinamiento y un gobierno que no insulte la inteligencia de la gente.
Hoy más que nunca, necesitamos una oposición firme, clara y sin miedo, que señale estos abusos y que proponga un verdadero proyecto de país. Uno que no se base en discursos vacíos, sino en resultados concretos.
Porque México no necesita más simulación. Necesita seriedad, responsabilidad y respeto por cada peso que el pueblo paga con su esfuerzo.
Desde hace más de seis años, MORENA ha intentado venderle al pueblo mexicano un discurso de “austeridad republicana” que en la práctica ha sido cualquier cosa menos austera. Se llenan la boca hablando de Benito Juárez, de la “justa medianía” y de que no puede haber “gobierno rico con pueblo pobre”, mientras sus dirigentes se dan la gran vida en hoteles de lujo en Europa y Asia, con cargo —directo o indirecto— al dinero de todos los mexicanos.
Ahí están las imágenes: Andrés “Andy” Manuel López Beltrán, secretario de Organización de MORENA e hijo del expresidente López Obrador, comiendo con el diputado Daniel Asaf en el hotel Okura de Tokio, uno de los más caros del mundo. También vimos al secretario de Educación, Mario Delgado, vacacionando en Lisboa, Portugal. Y a Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de MORENA, alojado en un hotel madrileño donde la noche cuesta 25 mil pesos. Eso sin contar al diputado Pedro Haces, que celebró en el exclusivo club “Caroline’s 400” del St. Regis, en pleno Paseo de la Reforma, o los viajes a París en primera clase de Gerardo Fernández Noroña, presidente del Senado.
Ojo, no se trata de las cuentas que pagan los "funcionarios del bienestar": se trata del mensaje. Y el mensaje que están enviando es claro: la austeridad es para los de abajo. Ellos seguirán viviendo como reyes, mientras millones de mexicanas y mexicanos apenas sobreviven.
En México, 46.8 millones de personas viven en pobreza. Es decir, más de un tercio de la población. Lo dice el Coneval, no yo. La misma institución señala que millones de personas apenas sobreviven con ingresos que van de los 6,300 a los 12,600 pesos mensuales. Eso si tienen trabajo, porque hoy hay 1.7 millones de mexicanas y mexicanos sin empleo. Y ni qué decir de la desigualdad brutal: según Oxfam y Forbes, el 10% más rico concentra una parte desproporcionada del ingreso total del país.
Esa es la realidad del “pueblo bueno” al que tanto aluden cuando hay elecciones, pero al que ignoran olímpicamente cuando viajan en primera clase. ¿De qué sirve que Claudia Sheinbaum repita que “el recurso del pueblo es bendito” si sus funcionarios y aliados se lo gastan en lujos que millones de mexicanas y mexicanos ni siquiera pueden imaginar? ¿Quién le cree a un gobierno que dice vivir en “la justa medianía” mientras sus diputados posan en Capri, Ibiza y Tokio?
El problema no es sólo la hipocresía. El problema es que esos recursos que ellos dilapidan en mariachis, vinos caros y hoteles de cinco estrellas, son los que deberían usarse para garantizar medicinas, becas, estancias infantiles, caminos rurales y hospitales dignos. Pero no. En la “Cuarta Transformación”, la prioridad no es el pueblo, sino el poder.
MORENA llegó al poder prometiendo terminar con los excesos de los gobiernos anteriores. Pero lo único que hicieron fue cambiarle la etiqueta al derroche: lo que antes era corrupción, hoy lo llaman “transformación”; lo que antes era abuso, hoy lo justifican como “mérito”. Y lo peor es que encima nos piden aplaudirles.
Resulta inaceptable que quienes prometieron “vivir como el pueblo” hoy vivan como jeques. Porque mientras ellos celebran en hoteles de lujo, el pueblo mexicano —el verdadero, no el que aparece en sus spots— trabaja jornadas extenuantes por salarios miserables, vive con miedo por la inseguridad, sufre por la falta de médicos y medicamentos, y sobrevive en un país cada vez más caro y más desigual.
Esa es la “austeridad republicana” de MORENA: un disfraz retórico para encubrir su cinismo. Mientras tanto, la verdadera transformación que necesita México es una que ponga al ciudadano primero, que garantice empleo digno, salud de calidad, educación sin adoctrinamiento y un gobierno que no insulte la inteligencia de la gente.
Hoy más que nunca, necesitamos una oposición firme, clara y sin miedo, que señale estos abusos y que proponga un verdadero proyecto de país. Uno que no se base en discursos vacíos, sino en resultados concretos.
Porque México no necesita más simulación. Necesita seriedad, responsabilidad y respeto por cada peso que el pueblo paga con su esfuerzo.