Una vez más, el gobierno federal nos quiere ver la cara. Con la creación de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, MORENA pretende simular un proceso democrático que, en realidad, es un burdo montaje para imponer una reforma a modo. Lejos de abrir un diálogo incluyente, plural y ciudadano, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha conformado una comisión integrada por personajes leales a su causa, todos alineados con el régimen y sin posibilidad alguna de disentir.
¿Alguien cree que Ernestina Godoy, Rosa Icela Rodríguez, José Merino o Arturo Zaldívar se opondrán a lo que Sheinbaum y su partido ya decidieron? Por supuesto que no. Esta Comisión no es un espacio de diálogo: es un instrumento de control. Un aparato autoritario que busca legitimar una reforma electoral con un sello democrático falso, mientras debilita —una vez más— a las instituciones que garantizan nuestra libertad política.
La verdadera intención de esta Comisión no es escuchar a la ciudadanía, ni construir consensos, ni proteger la equidad en las elecciones. Es imponer, desde el poder, una reforma diseñada para perpetuar el dominio de un solo partido, para debilitar al Instituto Nacional Electoral y para limitar la pluralidad que tanto le costó construir a este país. Quieren borrar el equilibrio de poderes y arrasar con cualquier posibilidad de alternancia democrática.
MORENA, el partido que prometió combatir la corrupción, hoy es el rostro de los lujos descarados: viajes a Europa, relojes de millones de pesos, ropa de diseñador. Mientras tanto, millones de mexicanas y mexicanos viven con menos, padecen inseguridad, falta de medicamentos y empleos mal pagados. Pero el poder les ha sabido dulce y ahora quieren asegurarse de no soltarlo nunca.
Por eso hay que alzar la voz. Porque este intento de reforma electoral no es una simple iniciativa más: es el paso decisivo hacia un sistema político cerrado, vertical y profundamente autoritario. Pretenden debilitar las reglas que garantizan elecciones limpias para fortalecer un régimen en el que el pueblo sólo sea espectador, nunca protagonista.
La Comisión Presidencial para la Reforma Electoral es una mascarada. Una coreografía cuidadosamente diseñada para hacer creer al país que existe diálogo y consenso, cuando en realidad las decisiones ya están tomadas en las oficinas de Palacio Nacional.
México no necesita una reforma electoral impulsada por los mismos que quieren mantenerse en el poder a toda costa. Necesitamos más democracia, no menos. Más transparencia, no simulación. Más equidad, no autoritarismo.
Quienes creemos en un México libre, plural y verdaderamente democrático, no podemos permitir que esta farsa se consolide. No se trata solo de frenar una reforma, sino de defender el derecho de cada mexicana y mexicano a elegir su destino con libertad y sin manipulación desde el poder.
Porque si dejamos que esta simulación avance, mañana será demasiado tarde para recuperar lo que hoy aún podemos defender.
Una vez más, el gobierno federal nos quiere ver la cara. Con la creación de la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, MORENA pretende simular un proceso democrático que, en realidad, es un burdo montaje para imponer una reforma a modo. Lejos de abrir un diálogo incluyente, plural y ciudadano, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha conformado una comisión integrada por personajes leales a su causa, todos alineados con el régimen y sin posibilidad alguna de disentir.
¿Alguien cree que Ernestina Godoy, Rosa Icela Rodríguez, José Merino o Arturo Zaldívar se opondrán a lo que Sheinbaum y su partido ya decidieron? Por supuesto que no. Esta Comisión no es un espacio de diálogo: es un instrumento de control. Un aparato autoritario que busca legitimar una reforma electoral con un sello democrático falso, mientras debilita —una vez más— a las instituciones que garantizan nuestra libertad política.
La verdadera intención de esta Comisión no es escuchar a la ciudadanía, ni construir consensos, ni proteger la equidad en las elecciones. Es imponer, desde el poder, una reforma diseñada para perpetuar el dominio de un solo partido, para debilitar al Instituto Nacional Electoral y para limitar la pluralidad que tanto le costó construir a este país. Quieren borrar el equilibrio de poderes y arrasar con cualquier posibilidad de alternancia democrática.
MORENA, el partido que prometió combatir la corrupción, hoy es el rostro de los lujos descarados: viajes a Europa, relojes de millones de pesos, ropa de diseñador. Mientras tanto, millones de mexicanas y mexicanos viven con menos, padecen inseguridad, falta de medicamentos y empleos mal pagados. Pero el poder les ha sabido dulce y ahora quieren asegurarse de no soltarlo nunca.
Por eso hay que alzar la voz. Porque este intento de reforma electoral no es una simple iniciativa más: es el paso decisivo hacia un sistema político cerrado, vertical y profundamente autoritario. Pretenden debilitar las reglas que garantizan elecciones limpias para fortalecer un régimen en el que el pueblo sólo sea espectador, nunca protagonista.
La Comisión Presidencial para la Reforma Electoral es una mascarada. Una coreografía cuidadosamente diseñada para hacer creer al país que existe diálogo y consenso, cuando en realidad las decisiones ya están tomadas en las oficinas de Palacio Nacional.
México no necesita una reforma electoral impulsada por los mismos que quieren mantenerse en el poder a toda costa. Necesitamos más democracia, no menos. Más transparencia, no simulación. Más equidad, no autoritarismo.
Quienes creemos en un México libre, plural y verdaderamente democrático, no podemos permitir que esta farsa se consolide. No se trata solo de frenar una reforma, sino de defender el derecho de cada mexicana y mexicano a elegir su destino con libertad y sin manipulación desde el poder.
Porque si dejamos que esta simulación avance, mañana será demasiado tarde para recuperar lo que hoy aún podemos defender.