Una vez más, la falta de previsión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador dejó al campo mexicano expuesto a una crisis sanitaria devastadora. La crisis del gusano barrenador del ganado, confirmado ya en estados como Oaxaca y Veracruz, es resultado directo de una cadena de omisiones y desinterés del sexenio pasado, que ignoró durante años las advertencias técnicas y las alertas del sector agropecuario.
Desde hace más de una década, México sabía que el cierre de la planta de producción de moscas estériles en Chiapas representaba un riesgo inminente. Ese laboratorio sustituyó a la planta estadounidense en Texas, cerrada en 1981, y era esencial para controlar la plaga del gusano barrenador, una larva que literalmente devora la carne viva de animales y humanos, provocando miasis, una enfermedad potencialmente mortal.
Un análisis oficial elaborado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) advirtió en 2019 que la propagación del gusano barrenador generaría pérdidas por más de 8 mil millones de pesos anuales, afectando gravemente la producción de carne y leche, así como las exportaciones pecuarias del país.
Ajustando por inflación, el impacto económico real se calcula en más de 10 mil 600 millones de pesos al año. ¿Y qué hizo el gobierno de AMLO? Nada. A pesar de tener el diagnóstico y las soluciones técnicas a la mano, prefirió recortar presupuesto, ignorar las alertas y desmantelar las capacidades preventivas.
Con el arranque del nuevo sexenio, encabezado por Claudia Sheinbaum, el problema dejó de ser hipotético. Durante 2025, el brote se confirmó en distintos puntos del país, y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) cerró la frontera a las exportaciones mexicanas de ganado bovino, equino y bisonte.
El golpe económico es brutal. Sólo en los estados de Sonora y Chihuahua, más de 5,700 cabezas de ganado dejan de exportarse diariamente. A un valor promedio de 2 mil dólares por unidad, la pérdida asciende a 11.4 millones de dólares diarios.
El Consejo Nacional Agropecuario (CNA) urgió al gobierno federal a reactivar la planta de Chiapas y lanzar un programa nacional de liberación de moscas estériles, pero el daño ya está hecho.
El sector ganadero, especialmente en Coahuila, ha levantado la voz. Mediante una carta pública difundida el 13 de mayo, acusan directamente al gobierno federal de omitir acciones preventivas y de no avisar a tiempo del cierre fronterizo con Estados Unidos.
“No permitiremos que por omisiones desde el gobierno federal se pierda una actividad tan noble como la ganadería”, señalaron.
En lugar de asumir su responsabilidad, el titular de Sader, Julio Berdegué, intentó lavarse las manos en la conferencia matutina, culpando a Estados Unidos del brote y pidiendo –de forma tardía– reabrir la planta en Chiapas.
El sexenio de López Obrador prometió rescatar al campo, pero lo dejó a su suerte. Primero fue el abandono a los productores con recortes a programas estratégicos, después vinieron las fallas en sanidad animal y vegetal, y ahora, este brote confirma el saldo final: destrucción de capacidades técnicas, pérdida de mercados internacionales y ruina para miles de familias ganaderas.
Mientras tanto, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación sigue apostando a la propaganda en lugar de la prevención. El gusano barrenador no sólo devora carne: también evidencia cómo un gobierno puede pudrir, desde dentro, al campo mexicano.
Una vez más, la falta de previsión del gobierno de Andrés Manuel López Obrador dejó al campo mexicano expuesto a una crisis sanitaria devastadora. La crisis del gusano barrenador del ganado, confirmado ya en estados como Oaxaca y Veracruz, es resultado directo de una cadena de omisiones y desinterés del sexenio pasado, que ignoró durante años las advertencias técnicas y las alertas del sector agropecuario.
Desde hace más de una década, México sabía que el cierre de la planta de producción de moscas estériles en Chiapas representaba un riesgo inminente. Ese laboratorio sustituyó a la planta estadounidense en Texas, cerrada en 1981, y era esencial para controlar la plaga del gusano barrenador, una larva que literalmente devora la carne viva de animales y humanos, provocando miasis, una enfermedad potencialmente mortal.
Un análisis oficial elaborado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) advirtió en 2019 que la propagación del gusano barrenador generaría pérdidas por más de 8 mil millones de pesos anuales, afectando gravemente la producción de carne y leche, así como las exportaciones pecuarias del país.
Ajustando por inflación, el impacto económico real se calcula en más de 10 mil 600 millones de pesos al año. ¿Y qué hizo el gobierno de AMLO? Nada. A pesar de tener el diagnóstico y las soluciones técnicas a la mano, prefirió recortar presupuesto, ignorar las alertas y desmantelar las capacidades preventivas.
Con el arranque del nuevo sexenio, encabezado por Claudia Sheinbaum, el problema dejó de ser hipotético. Durante 2025, el brote se confirmó en distintos puntos del país, y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) cerró la frontera a las exportaciones mexicanas de ganado bovino, equino y bisonte.
El golpe económico es brutal. Sólo en los estados de Sonora y Chihuahua, más de 5,700 cabezas de ganado dejan de exportarse diariamente. A un valor promedio de 2 mil dólares por unidad, la pérdida asciende a 11.4 millones de dólares diarios.
El Consejo Nacional Agropecuario (CNA) urgió al gobierno federal a reactivar la planta de Chiapas y lanzar un programa nacional de liberación de moscas estériles, pero el daño ya está hecho.
El sector ganadero, especialmente en Coahuila, ha levantado la voz. Mediante una carta pública difundida el 13 de mayo, acusan directamente al gobierno federal de omitir acciones preventivas y de no avisar a tiempo del cierre fronterizo con Estados Unidos.
“No permitiremos que por omisiones desde el gobierno federal se pierda una actividad tan noble como la ganadería”, señalaron.
En lugar de asumir su responsabilidad, el titular de Sader, Julio Berdegué, intentó lavarse las manos en la conferencia matutina, culpando a Estados Unidos del brote y pidiendo –de forma tardía– reabrir la planta en Chiapas.
El sexenio de López Obrador prometió rescatar al campo, pero lo dejó a su suerte. Primero fue el abandono a los productores con recortes a programas estratégicos, después vinieron las fallas en sanidad animal y vegetal, y ahora, este brote confirma el saldo final: destrucción de capacidades técnicas, pérdida de mercados internacionales y ruina para miles de familias ganaderas.
Mientras tanto, el gobierno de la llamada Cuarta Transformación sigue apostando a la propaganda en lugar de la prevención. El gusano barrenador no sólo devora carne: también evidencia cómo un gobierno puede pudrir, desde dentro, al campo mexicano.